sábado, 16 de abril de 2011

LO REAL, EL TEATRO

A través de este mundo virtual, ¿cómo dar cuenta de la fuerza de lo real? ¿“Con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas”, como quería Bécquer, reconociendo que “en vano es luchar, que no hay cifra capaz de encerrarle”? Ese “himno gigante y extraño” de la Rima I no es otra cosa que el mundo real de las sensaciones, en el que el teatro planta su campamento. Es en un espacio y un tiempo reales donde la imaginación concreta útil para la escena acaba por desplegarse, cuando menos se espera y por las más extrañas asociaciones, resolviendo dilemas insolubles en el erial del pensamiento abstracto. En unos pocos días de ensayos, el hilo de la acción escénica se ha venido configurando. Como siempre (pero siempre es nuevo), bordeando el pánico, el fracaso, el desmayo, el vacío que acecha a cada paso incierto. Seguirán produciéndose sorpresas, incertidumbres, cambios de rumbo, pero la presión de la proximidad del estreno, amiga y enemiga a partes iguales, cumple con su tarea. Mucho trabajo aún, para terminar lo interminable.

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